
Un entrañable amigo de Pep Guardiola aguarda la salida del entrenador del Manchester City de la charla táctica previa al partido con el Brentford. “¿Cuánto tiempo te llevó preparar la reunión?”, pregunta el invitado que acaba de llegar de Leeds después de seguir el rastro de Marcelo Bielsa. Y el técnico, que solo estuvo 20 minutos con sus futbolistas, le responde “cuatro días” para satisfacción del matemático y periodista argentino Adrián Paenza.Guardiola vive para el fútbol y vive para el City en una ciudad no especialmente atractiva para vivir como es Mánchester. No se cansa de Mánchester después de acabar agotado en el Barça. También acotó tres años su estancia en Múnich con el Bayern. No se mueve en cambio del Manchester City desde su debut en 2016. Los que renuncian son acaso sus ayudantes o incluso su íntimo Txiki Begiristain, el mejor director deportivo de la historia del City, el jugador más inteligente del Dream Team —palabra de Johan Cruyff— y el protector y termómetro emocional de Guardiola. Begiristain ahora anda entre Premià y San Sebastián.Han sido varios los que se han ido en más de nueve años, no se sabe muy bien si aburridos de Mánchester, cansados de Guardiola —o del desgaste que supone estar a su lado— o tan empoderados que han querido volar solos y están más a gusto en Londres (Mikel Arteta, Enzo Maresca) o incluso en México (Domènec Torrent). También los hay libres y sabios que van y vienen como Juanma Lillo, nada que ver con Lorenzo Buenaventura, cuya bondad y conocimiento de la preparación física acompañan siempre a Guardiola.Guardiola dirige al Barça en un Clásico disputado en el Santiago Bernabéu, en 2012.Denis Doyle (Getty Images)“La calle no te castiga en Mánchester”, sintetiza Begiristain para explicar la felicidad y el fanatismo del técnico con la Premier. No hay tertulias ni chascarrillos, tampoco se politiquea y el ruido se concentra en las gradas de estadios como el Etihad. El juicio depende del partido y del resultado, razón de más para concentrarse en el juego y preparar con el mismo entusiasmo y dedicación la cita ante el Brentford que la visita del Liverpool. Guardiola está a gusto con Khaldoon Al Mubarak (el dueño), Ferran Soriano (el mánager general) y su inseparable Manel Estiarte.No se siente escrutado ni vigilado, camina y conduce sin la sensación de que alguien sigue sus pasos y sabe que la mayor preocupación de la prensa es saber por qué le da tantas vueltas a preparar un entrenamiento, ejecutar una presión, cantar una alineación o visualizar un partido, hasta rizar tanto el rizo que se pierde, como en la final de Oporto contra el Chelsea en la Champions de 2021 o en la semifinal de Múnich ante el Madrid en 2014. Overthink se llama en Inglaterra; guardiolada se califica en Barcelona y Madrid. Algunos medios incluso la acompañan de reproches por su excesiva gestualidad, nacionalismo catalán e intervenciones “filosóficas”, término acuñado por Zlatan Ibrahimovic. La expresividad del personaje se utiliza precisamente para rebajar su transcendencia como entrenador, seguramente el más influyente del fútbol moderno después de Johan Cruyff. Nadie ha metabolizado mejor el cruyffismo que el técnico del City y su impacto es de tal calibre que muchos equipos de regional quieren jugar como el equipo de Guardiola.No hay un método ni una receta Guardiola porque su obsesión es dominar el juego y la pelota se mueve, los equipos cambian y la continuidad se interrumpe más con el VAR. El técnico se obliga a una rutina que le da seguridad: el minucioso análisis del rival, aunque tenga los mismos jugadores y entrenador que la pasada temporada, y las distintas situaciones de partido con las que se encontrarán sus jugadores para que tengan las soluciones, como afirmó Leo Messi en el programa Universo Valdano.Guardiola y Messi, en su último partido juntos, en mayo de 2012.David Ramos (Getty Images)“Pep tiene algo especial para ver los partidos, prepararlos y transmitirlos; ocurría todo lo que decía en la previa”, aseveró el 10. “Parecía tan fácil y sencillo que todo el mundo quería copiarlo. Me encontré con muchos Guardiolas por ahí y entonces me di cuenta de lo que hicimos”, remató Messi. La evolución del fútbol de Guardiola se puede seguir a través de Messi, Lahm, Kimmich, Stones, De Bruyne, Rodri, Haaland. El falso 9, los laterales-centrocampistas o los defensas-volantes quedan para los tratados tácticos en los que siempre es reconocible el trazo del técnico.La mutación y la innovación son permanentes porque nunca se remite a su obra, no se limita a contar a sus jugadores las cuatro consignas de un célebre exfutbolista ni recuerda anécdotas en las reuniones con sus colegas, sino que actúa con la ilusión de un recién llegado al partido por la novedad descubierta del entrenador más novel o la aportación del equipo más sorprendente, ansioso por contrastarlo en el campo, igual que cuando debutó en el filial azulgrana de Tercera. A los calificativos de exigente, perfeccionista y obstinado con la belleza y la armonía del juego, responde que únicamente quiso ser un entrenador desde que empezó en el Barça.Muy pocos se han definido mejor que el propio Guardiola: “Dedicación, pasión y amor; en eso nadie me gana” ha recordado en vigilias de su partido. “Un genio que piensa, razona, investiga, no para”, añade Begiristain. “Trabaja como una mula”, añadiría su padre, Valentín. “Igual que la matemática, el placer de la vida para Guardiola es tener siempre un problema no resuelto en la pizarra o por resolver”, resume Paenza. Un ejercicio cuya solución demanda energía y talento propio y un contexto de paz, respeto y concentración como el que tiene en Mánchester.
La felicidad de Guardiola en Mánchester | Fútbol | Deportes
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